Curso Pionero en Cataluña sobre Tanatopraxia
La inquietud de uno experto del sector y la complicidad de dos empresas municipales ha permitido la llegada de este curso, que cuenta ayudas del Servei d’Ocupació de Catalunya
Los estudiantes, que deben estar en el paro, tienen que cumplir con un perfil psicológico apto: los morbosos quedan descartados
“Un difunto es una persona”, subraya Antonio Navarro, profesor del pionero curso de formación de tanatopraxia que se imparte en Terrassa. Esta afirmación, tan evidente como llena de contenido, que se ha convertido en todo un lema para esta iniciativa académica única en Cataluña, que se lleva a cabo gracias al impulso de las empresas municipales Funeraria y Fomento y que cuenta con subvención del Servei d’Ocupació de Catalunya. Detrás de la llegada de la enseñanza de este oficio están el profesor Navarro, con varias décadas de experiencia en el sector, y otro veterano en la materia, Josep Garcia.
El docente se autodefine como una persona “con inquietudes”, lo que le llevó a conocer este campo y a “dar la tabarra” a su empresa, para que lo mandara a un curso de tanatopraxia de los Servicios Funerarios de Barcelona. “Me cambiaron la concepción que tenía y me enseñaron que un difunto es una persona”, afirma Navarro. El aprendizaje lo completó, posteriormente, en el Instituto Francés de Tanatopraxia y en varias ciudades del país galo y de Inglaterra.
En una selección de personal para el tanatorio de Terrassa se dio cuenta que “la gente no sabe a dónde ir a aprender” este oficio de demanda continuada y sugirió llevar a cabo algún tipo de propuesta formativa. La idea pasó a ser una realidad el pasado mes de febrero, con la puesta en marcha del curso con certificación profesional. Una quincena de estudiantes acuden semanalmente al Vapor Universitari de Terrassa para instruirse en esta profesión. Aunque es imprescindible que sean personas en paro, no todas pueden desempeñar esta tarea. “Una persona morbosa, no; una con sensibilidad, sí”, remarca Navarro.
Dos de sus pupilos, Roc Martínez y Sandra Ferrera, coinciden en que hay que asegurar la idoneidad psicológica de los aspirantes, a la que añaden “vocación” y “pasión” por este oficio. “No todo el mundo puede desempeñar este trabajo”, subraya Ferrera.
Tanatopraxia no es solo maquillar a los difuntos
Martínez confiesa que entre su círculo de amigos lo ven como “un rarito” por tener esta “vocación”: “Ya de pequeño siempre había dicho que quería ser enterrador”. Su compañera de clase dice que existe la idea que “igual se hace por morbo”, pero defiende que para nada es así. También es su inclinación laboral, y eso que es auxiliar de enfermería. Ferrera precisa que uno de los comentarios más comunes que recibe tras explicar su profesión es la pregunta de si se dedica a “maquillar muertos”. “Pero no es sólo eso: detrás del aspecto del difunto hay un trabajo previo, porque llega en unas condiciones que nada tienen que ver con el resultado final”, replica.
En este sentido, señala la importancia de corregir “la rigidez” del cuerpo. “Nuestro trabajo quita la rigidez que tiene el dolor”, explica el profesor del curso, que añade que es precisamente este paso previo al maquillaje el que genera la sensación de que el ser querido fallecido ya no sufre y “está durmiendo”. Ambos alumnos atribuyen la simplificación de la tanatopraxia a un simple maquillaje “al desconocimiento” que existe por parte de la sociedad.
Legislación
El futuro de esta quincena de tanatopraxistas, con certificación profesional, parece asegurado en un sector que garantiza clientes. En 2015, por ejemplo, en España murieron 422.726 personas. Cuando tengan su título bajo el brazo, tras 540 horas lectivas -de las cuales 160 de prácticas en varios tanatorios-, podrán ejercer en cualquier tanatorio estatal. Para Navarro el sector necesitaría “un cambio en las normas” que facilite la inserción laboral de los recién titulados y reivindica que podrían asumir más funciones, como firmar el acta de un embalsamiento, una competencia actualmente reservada a los médicos.
La rutina profesional de este trabajo les obligará a convivir con los cadáveres, un aspecto que aseguran que no les asusta. No obstante, admiten que sí les ha llevado a valorar más la vida. “Vivo más al día”, apunta Ferrara. “Se ve de todo y cuando son gente joven piensas que te pueden pasar cosas que ni te esperas”, admite. En junio acabará su formación y, como sus compañeros, alberga esperanzas de conseguir un empleo. El curso Tanatopraxia no es sólo maquillar muertos también espera volver el próximo curso.
Alumnos y docentes apuntan al desconocimiento que tiene la sociedad de la tanatopraxia
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